En entradas anteriores hemos ido analizando poco a poco las redes sociales, Instagram, sus usuarios y múltiples casos prácticos con el fin de que se comprenda el papel de los influencers en la actualidad. Pues bien, ha llegado el momento de hacer una entrada de carácter más sociológico, en la que explicaré por qué los influencers (y también el resto de navegantes, pero sobre todo ellos debido a que tienen mucha más repercusión) han llegado a crear unas expectativas y perspectivas sobre la realidad que son completamente falsas y que pueden llegar a alterar nuestro verdadero contexto. No solo lo voy a hacer refiriéndome a términos económicos, sino también culturales.
Para dar comienzo a esta entrada es necesario comentar que los influencers suben contenido diario, ya sea por stories o por publicaciones normales de Instagram, con lo que logran fidelizar a su público al mismo tiempo que generan en ellos un hábito de ver lo que hacen en todo momento. Dicho esto, son esas mismas publicaciones las que ocultan nuestra realidad. ¿Qué significa eso? Pues muy sencillo: lo que se muestra en Instagram (y en todas las redes sociales, pero especialmente en ella) no hace justicia a nuestro día a día. Hablando en términos generales, no se enseñan, por ejemplo, cuerpos naturales, sino los normativos que tienen más papeletas de alcanzar el éxito y acumular una mayor cifra de seguidores debido a cánones preestablecidos en nuestra sociedad (ha sido recientemente cuando las modelos curvy han aparecido en el panorama y lo han cambiado todo, como se puede ver con la reciente caída de Victoria's Secret a manos de Savage X Fenty, la marca de lencería de Rihanna). Tampoco es habitual que se muestren situaciones de pobreza o falta de recursos, puesto que se aspira a tener más y es algo ya típico asociar esta idea de ambición económica al acto de enseñarlo (es como autoconvencerse; de tanto mostrar lo que no son terminan por creérselo). Por no hablar de la brutal homogeneización cultural que se está dando en las redes sociales en estos instantes, ya que todo aquello que se sale de la norma se sabe de antemano que no va a ser acogido de la misma forma, y también hay un comportamiento común en las redes internacionalmente.
Todo esto confluye hacia una misma idea, y es el llamado "postureo", es decir, el conjunto de actitudes que tienen un propósito de aparentar, las cuales normalmente carecen de una causa motora. Este es uno de los causantes de que los usuarios de las redes sociales acaben con unas expectativas vitales mucho por encima de lo que podríamos considerar "normal", y eventualmente puede propulsar una disconformidad claramente negativa con el mundo que nos rodea y una sensación de vacío por no alcanzar la fama o no ser "lo suficientemente válidos". Esta tendencia está corroyendo lentamente a las personas y llevándolas a buscar una perfección utópica imposible que muchas veces conlleva más tristeza que satisfacción, por mucho que no lo creamos.
Volviendo a las ideas que hemos comentado antes, el hecho de no mostrar otras posibilidades más allá de la riqueza (o falta de pobreza, que en esencia no es lo mismo pero sí transmiten un único mensaje) hace que el tercer mundo quede oculto. Tal vez parezca rotundo decirlo así, aunque es lo que ocurre, puesto que se romantiza de tal manera el alto nivel adquisitivo que se deja de lado la improbabilidad de alcanzarlo y encima se menosprecia al resto de estratos de la jerarquía económica. Así pues, problemas de tal gravedad como lo pueden ser la pobreza o el hambre quedan relegados no a un segundo plano, sino a un tercero, y por muchas campañas y movilizaciones a favor de causas benéficas que haya, jamás podrán paliar el daño cometido por las redes sociales. Tampoco debemos pasar por alto un detalle, que es que los influencers mayoritariamente llevan un nivel de vida que no se ajusta a la realidad, debido a que hay detrás de lo que nos exhiben un proceso del que no somos completamente conscientes. Por poner un ejemplo, la ropa de gala que llevan los influencers y las celebrities a las alfombras rojas y eventos suele ser alquilada o prestada a cambio de la promoción que supone que se sepa de qué marca es tal vestido o traje. El gasto diario que supondría tener todo lo que enseñan los influencers es inviable; ganan productos a cambio de publicidad, y muchos de ellos ni siquiera se los quedan.
Algo que contribuye a la homogeneización cultural y a que haya comportamientos comunes en redes sociales en todo el mundo es el concepto del "American way of life". No es ningún secreto que EEUU es la potencia con más impacto en las tradiciones universales, ya que solo con ver la increíble velocidad de penetración de la festividad de Halloween en el resto de países basta. Llevando esta teoría a las redes sociales caemos en la cuenta, por ejemplo, de que cada vez hay más cuentas culinarias que publican recetas pertenecientes a la gastronomía estadounidense (para nada sanas, por cierto) que erradican la noción popular de que la dieta mediterránea es más saludable y benigna.
Sin embargo, si hay algo en lo que Instagram y los influencers se llevan la palma es en priorizar sentimientos y minimizar las muestras de "debilidad". Con esto quiero decir que hay una práctica extendida desde los inicios del social media que es exteriorizar en exclusiva lo considerado "positivo" (felicidad, confianza en una misma, alta autoestima, gran cantidad de amigos...) y encubrir lo "negativo" (tristeza, poca confianza en una misma, baja autoestima, soledad...). Lo curioso es que esto se hace a pesar de que lo barajado como negativo es natural y forma parte de nuestro día a día, y sobre todo en Instagram es rechazado a causa de estar asociado a una personalidad endeble de alta fragilidad. Sentir impotencia, desesperación o estar perdida es habitual, y sin embargo no conozco prácticamente a ningún influencer que manifieste orgulloso sentirse así. Es llamativo que Instagram sea el principal foco de la engañosa felicidad y no otras plataformas como Twitter (donde es bien sabido que hay más espacio para la crítica y la queja); probablemente se deba a que Instagram pone el foco en las fotos y vídeos, no tanto en el texto que los acompaña, y por eso la gente lo ha explotado para fingir una vida perfecta que tanto dista de la realidad. La última pregunta que nos tenemos que hacer es ¿por qué fingir alegría y satisfacción? Tal vez sea el miedo al rechazo, o a lo mejor es simplemente que no nos sale de manera sincera exponernos así, pero hace falta de manera urgente una alta dosis de sinceridad en las redes sociales, o al final caeremos en el artificio y la falsedad permanente de la que será improbable salir.
Bibliografía utilizada:
LUH SIN, HARNG Y HE, SHIRLEEN (2019). “Voluntouring on Facebook and Instagram: Photography and social media in constructing the 'Third World' experience”. En Tourist Studies, vol. 19 (2), pp. 215-237.
LUH SIN, HARNG Y HE, SHIRLEEN (2019). “Voluntouring on Facebook and Instagram: Photography and social media in constructing the 'Third World' experience”. En Tourist Studies, vol. 19 (2), pp. 215-237.
- RAQUEL M.G.
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